Banner cortesí­a de Corazón de las Tinieblas

lundi, septembre 26, 2005

Nuevas malditas

Hace un tiempo tomé una decisión acerca de tu traición y pensé que acertaba a pesar de las palabras de los antiguos. Aparté cariñosamente la sabiduría de labios amigos para darte un nuevo testigo. No lamento la mano tendida, pero ya ha transcurrido una noche desde que tu lengua bífida se revelará bajo máscaras viejas y aureolas caídas. Recuerda que voces desconocidas y un antiguo buitre han criado los cuervos que rondan tu cabeza y han cegado tus ojos.
No me importa ya tu silencio.

Nuevos ritmos ahora habitan mi cripta, nuevos bailes -todos malditos- recordarán e impregnarán desde ahora la piedra fría y negra, nuevos silencios ahora sin filos, sin nombres, sin la acidez de un limón quemando tus ojos.

La niebla ha vuelto a cubrir el bosque de lápidas, una nueva noche, una nueva caza y unos colmillos que me hacen recordar quien soy en realidad.

No importa ya lo demás...

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vendredi, septembre 23, 2005

Muertos y cansados


Reconoces su rostro,
sabes que el tiempo se detuvo,
su cara es opaca y
sus ojos ocultan mil silencios,
va en busca de tu miedo,
va en busca del suspiro
herido y harto,
bajo miles de sueños, muertos y cansados.

Sabes que el tiempo atrás se quedo,
reconoces tu ira,
vas en busca del olvido,
su sonrisa es torcida
y vas en busca del ojo en la pira
amargado y suicida,
sus gestos ocultan mil miedos,
miles como los tuyos, muertos y cansados

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lundi, septembre 19, 2005

El paseo de Deva (4ª y última parte)

Sentada sobre su ataud, decide al fin terminar su relato. Afuera, una corriente de aire chilla al pasar veloz entre los arboles y es como una melodía que acompaña la dulce voz de Deva.
Siguió por aquella vía hasta que empezó a descender. A su lado, por la carretera fueron pasando furgonetas repletas de humanos muertos, que le sonreían y la saludaban sacando sus cuerpos por las ventanillas. Llegó casi corriendo a la entrada de Salgoris. La enorme puerta de hierro estaba abierta. Era normal pensó Deva en aquel momento, estaba en horas de visita del brujo, que solía recibir en una noche una docena de personas. Solo me faltaba recorrer el caminito que cruzaba aquel cesped perfecto. Un caminito serpenteante, que no necesitaba serlo. Mientras caminaba todos los aspersores empezaron a funcionar. Podría haber sido agua bendita para vampiros pero no lo era. Solamente agua corriente, inocua para su piel pero no hubo modo de librarse de su incómoda humedad. Cuando llego a la puerta de la estructa en la que estaba la oficina del brujo -un letrero así lo indicaba-, dejaron de expulsar agua.
La entrevista con el brujo fue muy bien y le aseguró que para la luna próxima tendría la sangre de jeko del desierto para la luna próxima pero fue más breve de lo esperado; uno de los hornos de su crematorio estaba dando problemas y Glahario se marchó apresuradamente, temeroso seguramente de que estallara y provocara que miradas humanas indiscretas enfocaran su interés en las actividades nocturnas de su empresa. Obviamente, la tapadera que había diseñado para las autoridades y la sociedad era solvente y creíble, pero un incidente ahora, en este preciso momento en que ultimaba un cargamento de vidas no autorizadas, sería desastroso. Ante el mundo era una empresa respetable, inovadora y puntera, gracias a su producción de fibra de cristal. Así que puso todas sus artes oscuras a trabajar y ordenó a sus perros limpiar la zona de posibles testigos. Para entonces, Deva había salido al caminito.
Estaba a medio camino de la puerta de hierro cuando vio las sombras moverse. Su vista le permitió distinguir pustulas, llagas sin curar y un caminar dificultoso que todas compartían. Era una vampira inexperta y las sombras eran muchas. Se acercaban a ella medio tambaleándose pero a una cierta velocidad. No podían ser rival para ella, no para su velocidad, no para su fuerza pero la idea de luchar con cuerpos mediodescompuestos no le hacía gracia; se dio la vuelta y trató de encontrar otra salida. Pasó al lado del edificio de ladrillos oculta en las tinieblas y vio como el brujo con cánticos reforzaba el metal y trabajadores humanos miraban como una aguja se movía en un pequeño medidor. Las sombras se acercaban pero lo hacían a ciegas. Desde donde estaba pudo ver, a través de la valla de hierro y alambre de espino, el estrecho puente por el que pasaba las vias abandonadas de un tren. Era el otro camino. Miró la valla en busca de una salida pero no la veía. Se estaba poniendo nerviosa. Podía ser inexperta pero era una vampiro al fin y al cabo, no podía asustarse porque una masa de supurantes y harapientas formas de vida se acercaran a ella. Allí había una puerta y tenía que encontrarla. Se quedó allí quieta, unos segundos, absorta y entonces la vio. La puerta se confundía con la valla y a simple vista nadie la vería. La puerta estaba cerrada pero con su fuerza arrancó el cierre, que una hábil ilusión óptica negaba a otros ojos.
Dejó atrás Salgoris confiando que los zarapastrosos seres siguieran tan desorientados como hasta ahora. No entendía como el brujo podía rodearse de esas formas de vida tan poco eficientes habiendo tantas otras letales. Estaba ensimismada en sus pensamientos, cuando, de pronto, sintió como algo frío se hundía en uno de sus muslos, lo traspasaba y se retiraba. Todo ocurrió tan rápido que no vio nada. Estaba sangrando abundantemente por la pierna mirando al rededor suyo pero solo reconocio los pequeños montículos negros. No sabía si le dolía o no. Estaba asustada y no sabía quién la había herido. Una sombra creció a su lado y de la oscuridad unos ojos de fuego le clavó la mirada. Aquella cosa la desafiaba, le enseñaba la hoja que la había herido y con su mente le decía que se fuera, que no regresara allí, jamás.
Deva regresó al apeadero del tren sin más incidencias, no volvio a ver ninguna otra furgoneta de hombres muertos, ni hombres ni mujeres solitarios. Esperaba al otro lado del andén el último tren con la pierna sangrando y la cabeza ocupada en justificar su existencia. Solo quería volver a casa, a su cripta, a mi lado y dar por finalizado aquella mala noche. Entonces llegó el tren y se detuvo en el anden de enfrente; iba en sentido opuesto al que debía ir el que debía coger así que no se preocupó hasta que un hombre sacó la cabeza por una ventanilla preguntandole para dónde iba. Era el hombre que le había tickeado el ticket en el tren de ida. Ella le contestó y aquel hombre le dijo que cruzara, que iba a perder el tren. Dudó. Aquel hombre no paraba de señalar el tren y Deva empezó a correr con la pierna sangrando. Bajó una rampa, cruzó las vias... pero su cabeza testaruda insistía en recordarle que aquel tren iba en sentido opuesto al que debía coger, no podía ser el suyo, pero el controlador insistía e insistió hasta que el tren se marchó sin ella. Recordaba haber bajado por ese andén y sin embargo el controlador había querido indicarle mal. Regresó a su andén a esperar el tren que la traería de vuelta. Estaba cansada, harta de este maldito lugar pero el tiempo de espera se hacía eterno. Dedicó el tiempo a mirar unos extraños seres blancos. No tenían más de unos seis u ocho milimetros, blancos, casi transparentes con un exoesqueleto que parecía prehistórico. Todo el apeadero de piedra pintada de rojo estaba cubierto de esas criaturas; pero las que daban de cara a ella estaban como quemadas e hinchadas por el sol, las otras, las de los lados, estaban perfectas, como dormidas. Cuando miró hacia el techo vio que los había a cientos pero allí también había arañas y los seres blancos no estaban empaquetados y chupados como deberían. Ambas especies convivían. Tuvo a bien tener cuidado de no restregarse contra aquellos muros hasta que oyó el sonido inconfundible de un tren. A medida que se acercaba se percató que se pararía en el otro andén; iba en la dirección correcta pero se estaba parando en frente, como el anterior. Entonces comprendió lo que le había intentado explicar el controlador, no había estado señalando el tren sino el andén. Se pusó a correr como una loca, bajó de nuevo la rampa, cruzó las vías por delante del tren mientras un extrañado maquinista la miraba como si hubiera dejado atrás la cordura y subió la ultima rampa. Llegó a tiempo y entró. Se sentó nerviosa pero aliviada de estar en un transporte que la alejaría de allí y tardó en percatarse de que todos sus ocupantes miraban su pierna herida. La tela del pantalón se había teñido de rojo y un rastro del mismo color recorría el pasillo. La miraban como si fuera de otro planeta pero no le importaba.
El tren se puso en marcha y no tardó en reconocer los edificios de la urbanidad, la bendita civilización. En aquel momento supo que su odisea había llegado a su fin; supo, que al menos el final de la noche acabaría bien y que antes del alba estaría en casa.

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vendredi, septembre 16, 2005

El paseo de Deva (3ªparte)

Llevo dos días esperando a que Deva se me acerque para que me cuente el final de la historia, pero ella siempre encuentra una excusa o cualquier otro quehacer. Algo había ocurrido en ese paseo y sé que La Dama Negra ha de volver a Salgoris para nuevos ingredientes la luna próxima. Antes de permitir que vuelva allá, debo saber todos los detalles de lo que ha sucedido. No quiero usar el poder que tengo sobre ella para que se confíe, hasta ahora nunca ha sido necesario. Me adora y me busca para narrarme sus aventuras y me comenta las dudas que le surgen mientras gatea por este mundo teniendo que ser otra. Sé que una palabra mía sería suficiente para hacer de ella cuanto quisiera -su voluntad es mía-, pero no quiero que ella me tenga miedo o el respeto de un esclavo a su señor así que la busco y trato de sonsacarle lo ocurrido de otra forma.

Nuevamente, da la sensación de estar muy ocupada pero sé que finge por vergüenza a algo no por miedo, al menos eso espero. Mis movimientos han sido tan rápidos que, cuando me ve frente a ella, se sobresalta como una mortal. Acaricio su mejilla para que me mire con esos hermosos ojos negros y sin usar mis labios le digo que me lo cuente todo. Algo se revuelve en ella, pero al fin me sonríe y se sienta en la piedra de altar que tenemos frente a la cripta.

El camino que le había dicho el hombre de la cierra no parecía conducir a ninguna parte sino que daba la impresión de alejarse de los dominios del brujo. Temía no poder encontrar un paso siguiendo por el descampado convencida de que no hallaría el camino por donde habían entrado los dos humanos muertos. Por esta razón, caminaba por el arcén de la carretera que ascendía por un viaducto y giraba hacia la izquierda. Caminó..., reflexiono para mis adentros que aún no ha asimilado que es una vampira, que ya no tiene por qué pisar tierra más; aún no se da cuenta de ello: se queja que ha tardado mucho en llegar a la entrada de Salgoris, que cuanto más andaba mayor era la distancia que la separaba del brujo, que estaba dando un rodeo enorme mientras avanzaba paralelamente al caminito que podía ver desde la altura del viaducto. Quejas y más quejas cuando la solución para entrar allí habría sido tan simple. No importaba la altura de lo que cercara aquellos dominios, un vampiro podía saltarlo, trepar por su pared o elevarse grácilmente y salvar ese obstáculo incordioso. Pero debo tener paciencia.

Salgoris constaba de varios edificios extraños y construcciones extravagantes de fibra de vidrio de colores varios, moradas pequeñas cuyas paredes eran transparentes, esculturas que combinaban la piedra y el vidrio, enormes edificios de ladrillos y cristal y un campo verde, un cesped perfectamente cortado al mínimo, tan cuidado que daba la sensación de haber sido cortado con minuciosidad a una altura enfermiza. Destacaba un edificio en particular, alto como la muralla de un castillo medieval. Tenía un tejado triangular y era de hormigón blanco. Unas enormes ventanas en arco, con cristales tintados en rojo, le daba como un aire a iglesia aunque, lo que realmente le llamó la atención, fueron las pequeñas aberturas que había en la base de la construcción. Su visión de vampiro le permitió ver que cada una conducía a un breve y angosto pasillo que daba a una puerta de madera por la que solamente un enano delgado podría pasar.
Un ruido tras la capilla del campo santo nos llama la atención. Humanos. El olor de la sangre nubla todo lo demás. Sin decirnos nada cada una se va por su lado, ahora ya no compartimos la caza y es hora de saciar nuestra sed.

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mercredi, septembre 14, 2005

El paseo de Deva (2ªparte)

Siento la calidez de su piel recien alimentada rozarme en mi tumba. Estaba medio dormida cuando su desnudez me espabiló. Abro los ojos y una tenue claridad entra por la rendija que ha dejado Deva al cerrar mal la tapa del sarcófago. Es molesta pero no tendría comparación con los rayos del astro rey que debían brillar afuera. Entre la piedra y la seda de mi tumba estoy agusto y al fresco y lo estaría todavía más si la mano de Deva no me impidiera que la oscuridad fuera absoluta en mi lecho. "No cierres", me dijo, "quiero ver al menos tu silueta, no me gusta hablar a oscuras". Me pregunto si ve la sonrisa que se dibuja en mi rostro, si se da cuenta que
todavía me sorprende que no se haya acostumbrado a la noche.

Aquella mujer voluminosa que le había sorprendido mientras trataba de seguir con la mirada a esos dos hombres no paraba de mirarla, de sonreir, sin decir palabra. A veces Deva tuvo la impresión de que emitía ciertos sonidos pero ahora ya no estaba muy segura: se limitaba a sonreirle alegre y mostrar su único diente, afilado como los suyos, y con el que, supo más tarde, fracturaba cráneos infantiles en busca de vida. Cuando quiso darse cuenta, los muertos ya habían desaparecido, cuando volvió la vista hacia ella, ya no estaba tampoco.
Entonces vio como una antigua posada, un letrero ponía "La Guaxa" y sintió como estar en otro tiempo, otro universo: dos chiquillos pasaron a su lado. Le pareció oir dos nombres resonando en su cabeza: "Nel y Flor". Los ecos se alejaban bajo el atronador paso de aquella mujer tras los dos niños. Desaparecieron sin más.
Deva dudó en acercarse a la posada pero el recuerdo de su inmortalidad le dio el aliento que necesitaba para afrontar cuantos peligros encontrara en su camino. Era una criatura de la noche, al igual que aquellos muertos andantes y esa mujer, nada debía temer. Deva se interrumpe unos instantes como para coger aire en un gesto que ya no necesita pero que aún hace, la costumbre. Reflexiono con pesar desde la distancia que dan más de dos mil años que es muy joven, apenas fue mujer y ahora anda a gatas como un nuevo ser. Un par de colmillos o la inmortalidad no nos hace inmunes pero ya tendrá tiempo de descubrirlo, mucho tiempo.
La puerta de entrada era de madera maciza, de esas partidas horizontalmente por la mitad y que pueden abrirse juntas o de forma independiente. La empujó y dentro no vio ni bar ni nada parecido a la recepción de una posada, vio a un hombre y a una mujer, ambos enfundados en un mono azul y él llevaba una cierra en una mano. Ambos la miraron perplejos como si viniera de otro planeta. Pero aún así, se acercó y preguntó cómo llegar a la morada del brujo a pie. La mujer se adelantó e iba hablar cuando el hombre de la cierra la interrumpió: "Ah, Salgoris. Quiere ver al brujo Glahario." Suspiró, el tiempo justo para que la mujer interviniera: "A pie podría ir por el descampado". Él la miró con gesto horrorizado y desaprobación para luego sugerir: "Es mejor que suba por el viaducto. No vaya por el descampado jovencita, mejor me hace caso e irá por donde le digo."
Un escalofrío recorre el cuerpo de Deva y entiendo que esa mañana no oiré el final de la historia. Todavía es frágil, aún es humana aunque ella se lo niegue constantemente. El tiempo la hará olvidar.

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lundi, septembre 12, 2005

El paseo de Deva (1ªparte)

Deva se me acerca y aparta al joven que tengo entre mis brazos. No me enfado porque en realidad ya no le quedaba sangre suficiente para permanecer con vida y uno de mis siervos lo saca a rastras de mi cripta. Deva se acurruca donde segundos antes había estado mi alimento y se decide al fin a contarme lo que le ocurrió hace dos noches, cuando acudió a la casa de un brujo en un pueblo abandonado, medio perdido y devorado por el bosque. No me había gustado nada la idea porque mis perros me habían contado que habían ocurrido cosas extrañas por aquella zona. Rumores, me decía, nada que debiera preocuparme sobre todo teniendo en cuenta que Deva no era un jovencita indefensa.

El brujo le había hecho un pequeño croquis de cómo llegar hasta allí y antes de marchar, ella me dio un beso, me acarició el pelo, el cuello y sonrió traviesa. No le importaban mis presentimientos o el malestar que se instalaba en mí cuanto más pensaba en ello; Deva era testaruda y nada de lo que le dijera iba a impedir que se fuera; la Dama Negra necesitaba unos ingredientes que solamente este brujo podía proveerle y su forma de doblegar mi voluntad era a besos y caricias.

Todo empezó bien, cogió el tren y se paró en la parada en cuestión, pero cuando salió de la estación se dió cuenta de que el dibujo no le iba a servir de nada. Eran unos garrabatos mal hechos que no se parecían en absoluto a la realidad. El brujo le había asegurado de que al salir a la carretera vería sus dominios y que solo les separaría un descampado y una carretera que giraba a la izquierda. Pero lo que veía era bien distinto, ante ella había tres carretera una a cada lado de la que giraba a la izquierda y, ciertamente, a simple vista podía ver las extravagantes construcciones que no estaban ni a cien metros. La carretera que se encontraba más a la derecha parecía el camino más directo y daba a algo parecido a un descampado. Deva optó por él, por el camino que el brujo le indicó en aquel trozo de papel: debería cruzar una vía de tren, un terreno cubierto de extraños montículos negros y el río que sería insalvable si no fuera por un estrechísimo puente que lo cabalgaba, un puente en el que solo cabían unas abandonadas vías de tren que desembocaban ante unas vallas altas de alambre de espino. Deva miró atentamente los alrededores en busca de otra forma de acceder a los dominios del brujo, pero la vía por la que iba se alejaba y desembocaba en un pueblo abandonado llamado Santa Cruz. La carretera que giraba hacia la izquierda se elevaba sobre un viaducto y la tercera vía descendía hacia una parte del monte tan oscura e impenetrable que no había forma de saber hacia dónde conducía. No parecía existir otro camino.

En ese momento se acercaron dos hombres, semejaban obreros pero su nuevo instinto le aseguró que la sangre ya no corría por sus cuerpos y que no eran vampiros sino una lamentable forma de vida, esclava de otra más poderosa. La hipótesis más probable era que fueran siervos del brujo. No perdía nada por preguntarles el camino correcto. Ellos la miraron de arriba a abajo sonriendo como imbéciles. Al final uno de ellos le dijo: "Estoy muerto, lo siento." Y entonces vio que cruzan las vías férreas para meterse en el descampado. Pensaba seguirlos con la vista para descubrir el paso cuando una mujer extraña se le apareció al lado. Tenía el pelo revuelto y era corpulenta. Habría jurado que tenía más edad de la que un ser humano podía soportar y sin embargo también habría asegurado que no era un no muerto. Su mirada era inconfundible, ansiaba tanto como ella saciar su sed...

Algo ha llamado la atención de Deva y su voz se calla al menos por esta noche. La Dama Negra ahora está ansiosa y decide que es hora de salir de caza. Mañana, quizás prosiga con su relato.

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vendredi, septembre 09, 2005

Abrazo amigo

En aquellos momentos solamente pude abrazarlo, estrecharlo entre mis brazos y besarle la sien. No encontraba palabras de consuelo pero mis manos parecieron reconfortar un poco su pena. Se acomodó contra mi pecho y prosiguió su relato mientras ocultaba las lágrimas que asomaban a sus ojos y uno de sus brazos agarraba mi cintura con ternura.

Él no podía creerse lo que le había hecho y aún menos el modo en que lo había urdido todo. Pensaba que la conocía, que sabía cómo era la mujer con la que lo había compartido todo, que había amado y que aún quería a pesar de todo. Ella le pidió que dejara su trabajo, su familia, sus amigos y se fuera lejos con ella y aceptó. Pero, ella solamente se lo había propuesto porque pensaba que no iba a hacerlo.

Estaba roto y confuso pero yo no creía que fuera a buscarme para hallar consuelo. Ultimamente, apenas habíamos hablado, casi ni sabíamos del otro pero fue a los brazos de una muerta a robar ternura. Nuestra amistad era a veces muy cercana y llena de miradas y gestos cómplices; tanto era así que llegue a pensar que entre los dos había un cariño especial. Sin embargo, muchos otros momentos de frialdad extrema, de detalles feos, indiscreciones y olvidos me habían devuelto a la realidad. Ahora de nuevo estaba dudando. Pensaba que un alto muro se había instalado entre ambos y que una niebla espesa e impenetrable hacía imposible nuestro encuentro pero él no debía pensar lo mismo.

Reprimí unas lágrimas cuando empezó a juguetear nervioso en mi pelo y yo acariciaba su cuello, era mejor no creer. Esta noche era su pena no la mía la que debía hallar alivio así que le di otro beso mientras buscaba una forma de arrancarle una sonrisa.

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lundi, septembre 05, 2005

El mago de las islas


La sombra que le perseguia
y que cazaba él a su vez,
su mismo nombre tenía
cuando de las llamas naciera
con un conjuro prohibido.

Recorriendo el mundo de islas
se perdió y de las aguas bebió
haciendo nacer de la sombra un nuevo rostro,
el suyo propio, alimentado de odio.

Recorriendo el mundo de islas
se halló ante ante su propio laberinto,
en tumbas oscuras y húmedas,
alimentadas de rostros sin nombres,
como el suyo propio,
antes de que la sombra fuera suya,
antes de que los cielos se poblaran
de nuevas sombras con alas.

La sombra que lo perseguía
era su propia ira,
la tuya, la mía,
la que nos hace falta
y nos complementa,
la que nos mira a los ojos y grita.

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HASH(0x8bc4390)
You're a vinyl/fetish corset. Grrrrowl.

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