Banner cortesí­a de Corazón de las Tinieblas

mercredi, novembre 08, 2006

Entrega a domicilio

Su calor se abrió paso a través de los pequeños orificios practicados por mis colmillos mientras aún sentía como su cuerpo desnudo se tensaba bajo el mio. La tranquilidad dominaba mi reino hasta que de pronto, en el seno de la noche, unas potentes luces hicieron su aparición e irrumpieron en la cripta como el sol más cegador. Me deslumbraron pero me aparté con rapidez. Busqué mis ropas al tiempo que mi mente rastreaba afuera pistas sobre lo que estaba ocurriendo.

Humanos. Eran seis. Salieron corriendo de una furgoneta blanca. Llevaban artefactos electrónicos y hablaban en susurros, como si no quisieran despertar a los muertos. Desgraciadamente para ellos, los muertos seguían durmiendo en sus lechos y no podrían protegerles de un no-muerto.

No entendía muy bien lo que estaban haciendo allí. Tenían aparatos de grabación, focos y kilómetros de cableado que arrastraban tras de sí. Estaban asustados. Caminaban inseguros entre lápidas y tumbas. Uno de ellos tropezó y aproveché el momento para presentarme ante ellos. Mis colmillos ya daban buena cuenta del patoso. Empezaron a gritar, los microfonos y las cámaras cayeron al suelo y la mayoría encontró el valor suficiente para huir por piernas.

Alcancé el último en la calle, delante de la furgoneta cuyo letrero debia ser el logotipo de alguna televisión. Ojala me manden pronto gente a investigar lo ocurrido. Me gusta que me traigan la comida a casa, de vez en cuando.

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mardi, octobre 24, 2006

Buscando descanso.

Habría creído que podría llorar por Leland, por Deva o incluso por mí. Pero no puedo. Llevo demasiado tiempo sin descansar.

Las pesadillas se volvieron tan molestas desde que dejé el sanatorio a principios de siglo que había pedido a su señor que me borrara todo sueño. Fue antes de que lo ataran, antes de que lo capturaran y las pesadillas fueran reales desde entonces para otros.

No sé por dónde buscarle tras tanto tiempo. Lo único que había podido sacar en claro de mi visita con el nigromante es q había podido escaparse de sus esotéricos captores hacía años pero que ahora su paradero era un misterio. Ojalá lo encuentre pronto porque la falta de descanso está afectando mi cordura y no tengo tiempo para preocuparme por eso.

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lundi, octobre 16, 2006

White Death

"Estás pálida. Deberías llamar al Dr. Jefferson. No entiendo cómo aceptan aún visitas en este lugar. Todos acaban enfermando."

"Es como si te estrangularán. ¿Has sentido alguna vez cómo se te cierra la garganta desde dentro? ¿Como si unas garras invisibles estuvieran estrujando tus pulmones? El infierno toma tu pecho y parece que fuera a sucumbir entre sus llamas. Cuando al fin puedes toser, tus manos se llenan de sangre. El espejo te devuelve el reflejo de un rostro que no reconoces con esos labios blanquecinos manchados de carmín. Tu mirada me dice que sabes de lo que te estoy hablando. Guapa, ¿qué haces aún allí de pie a la vera de mi cama? ¿Acaso no te importa esperar a que las pequeñas venas que hay en tus preciosos ojos empiecen a estallar por culpa de los violentos ataques de tos que te atacaran de un momento a otro? Estás tan pálida... Al menos dime a ¿qué has venido a verme, preciosa? No, ¿dime mejor quién eres? Si ya te conozco o te conoci antes de entrar en este maldito antro disculpame; con cada ataque, me llega menos oxígeno al cerebro y ando olvidadizo."

No puedo evitar sonreirle. "Mi nombre es Aina." No me recuerdas porque la muerte blanca te está llevando consigo. Pero puedes elegir. Ven conmigo, cariño, la muerte que te ofrezco es roja, también es pálida, también asfixia pero vivirás.

"Aina, es un bonito nombre. Yo soy Leland. Ojalá nos quedara tiempo para conocernos..."

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dimanche, juin 11, 2006

Despertar

Las pesadillas duraron semanas... El errabundo parecía conocer el mal q me aquejaba pero yo, con la mirada perdida entre las humedas paredes de mi cripta y una pequeña ventana con barrotes que me hacía llegar hasta mi el fresco de la noche, no podía ni tan siquiera pensar en mi misma. Mi supervivencia corría a cargo de aquel extraño ser que cazaba por mi y me protegía de mis enemigos. Por mi mente pasaron centenares de imágenes pero era como si no las viera realmente. Apenas puedo acordarme de ellas pero recuerdo la carita de ángel de mi Deva, los ojos de Caín, el maldito Marius e incluso a la Gatita saltando a la comba con su látigo. ¿Dónde estaban todos?
Me aventuré hasta la entrada del cementerio y traté de escuchar sonidos familiares en la noche, pero solamente me llegaron los estridentes sonidos de la fábrica del Nigromante. Nunca pensé que me fuera a alegrar reconocer su maquiavelico trajeteo nocturno. Si era lo único que permanecía de lo que había conocido, algun papel debía haber desempeñado en este erial de sonidos y vida que me había encontrado a mi vuelta.
Tenía pendientes tantas preguntas que la más urgente había estado rehuyendo mi frágil conciencia hasta que se me apareció de nuevo el errabundo con la daga ensangrentada en la mano urgiéndome como cada noche que fuera al taller porque la joven estaba a punto de despertarse. ¿Quién era mi salvador? ¿Acaso no sabía que estaba ayudando a sobrevivir a su natural predador? Sonreí y deje para otra noche mis cavilaciones, pues sobre la frialdad de una mesa de piedra me esperaba el calor y la ternura de un cuello joven.

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jeudi, avril 20, 2006

El errabundo

Apenas puedo recordar nada del tiempo que llevo fuera... Agotada, medio muerta... casi no regreso de mi ultimo encuentro con Marius... Si no hubiera sido por el hombre que ahora me acompañaba de vuelta a mi cripta, mi cuerpo habría sido abrasado al alba.
Envuelto en un grueso manto viejo, el que yo llamo el errabundo, me había cuidado en su pequeña choza perdida en el bosque, sin decir ni una palabra. Traía cada noche una joven a mi cama. Le hacía un corte en el cuello y dejaba que yo hiciera el resto... El olor de la sangre no tardó en despertar el despojo que arrojara Marius a un cuneta. Y de esta forma, al paso de un extraño encapuchado volvía después de meses en silencio.

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lundi, janvier 30, 2006

Ten fe

El cielo dos veces ya se cubrió y aún no has vuelto querida Deva... Recuerdo tu débil promesa, tu tierna confesión... Jamás habrás de hallar otro amor ni otro refugio que el de mi antro...
Somos salvajes cariño, ya no amamos. Ya no somos. Aunque los clavos que te estarán sujetando quizas sean capaces de hacer desfallecer tu fe. Escuchame, sé que puedes oir mi voz, mi lamento, mis lágrimas al caer entre mis manos impotentes. No estoy justificando mi inactividad pues quiero creer que sabes que si pudiera entrar en la catedral en la que te han encerrado ya lo habría hecho, te habría rescatado de sus impúdicas manos. Sacrilegos... De qué sirve mi poder si la consagración de una tierra me puede separar de ti.
El alba de nuevo viene a matar una nueva esperanza, pero cree en mí. Jamás un VanHelsing ha quedado con vida tras de mí...

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lundi, janvier 09, 2006

La curiosidad mató al gato...

Estabamos todos allí, mirando al cielo. Podría haber sido el apocalypsis, podríamos estar esperando que nos abdujeran a todos o ser el juicio final y aguardar a que algun dios nos aplastara con su dedo por borregos... Pero estabamos allí observando hipnotizados por las extrañas formas geométricas aparecidas en el cielo hacía tres noches y que jugaban con las tonalidades ocres de las nubes, observando sin saber si algo realmente iba a ocurrir.

Las nubes en lugar de avanzar de un lado a otro se habían quedado atrapadas en espirales, rectángulos y círculos cuyos perímetros eran blancos y bien definidos. Cuando era de día, algunos rayos solares conseguían infiltrarse entre la espesura ocre pero eran tan débiles que yo, por primera vez en siglos, podía desenvolverme con la misma soltura después del alba como si fuera de noche... Vampiros, demonios, humanos todos nos habíamos reunido allí para saber qué estaba ocurriendo...
Yo había ido hasta aquel descampado junto a Caín, en tren como las miles de personas que estaban allí... Quizás no fuera a pasar nada pero la presencia de mi ángel caído entre los malditos en una reunión como aquella me hacía pensar lo contrario.
Cuando los límites blancos de aquellas formas empezaron a arder, senti como sus manos que ceñian mi cintura se aferraban con fuerza a mí. No era posible que él tuviera miedo o es que sabía algo que todos desconocíamos. El cielo se abrío y de entre la nada surgió lo que todos, inconcientemente temiamos, unos ojos otearon lo que habíamos hasta ese momento forjado. Nuestro destino quedó en un suspiro sentenciado.

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mercredi, décembre 21, 2005

Quills

De nuevo te preguntas por qué no respondo a tus caricias: tus manos incansables buscan estremecer una piel que ahora notas pálida y fría; tu mirada se posa deseosa sobre mi desnudez y la adoras, y la recorres, mientras tus párpados se cierran y ceden a la tentación de besarme...

Insistes en recrear una historia alternativa en la que tu dios no te condene, un final que jamás podrá ser. Fantaseas y sueñas y no te importa que no te mire o que no me mueva. Pero tus dedos, tu lengua, tus besos, en algún momento habrán de percatarse que ya estoy muerta y que mi sangre ya no volverá a alimentar mis venas.
Cariño, déjame marchar...

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lundi, décembre 19, 2005

Nada

He estado mucho tiempo fuera. Podría engañarme y pensar que fue un retiro buscado, una nueva pausa entre aguas congeladas y lamentos sordos, pero sé de sobra que no es así... Los pensamientos rehusaban ser escritos y las palabras morían cuando mis manos, aunque fuera sobre papel, querían darles forma... Ni siquiera en mi cabeza hallaban un orden concreto y solamente se distraían divagando y soñando...
Pensamientos e ideas que nunca encontrarán abono...
Sueños y pronto pesares que se perderán en nuevos recovecos que horadará mi mente...
Nada de nuevo reseñable...

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lundi, novembre 28, 2005

Lágrimas de sangre

No puedo creer que haya tardado tanto en dedicarte unas lineas, amor... Aunque sean desde el otro lado, pues hace una vida que me has dejado y no puedo perdonarme el haberme quedado.

Supongo que las palabras se hielan en mis dedos cuando recuerdan el pasado y solamente el cuervo puede traerme de nuevo el fantasma de un lecho perpétuo.

Si supieras en qué me he convertido... Si supieras de quiénes me alimento para seguir un día más entre los vivos y los muertos, sin vida, sin muerte, sin descanso...

Nos conocimos cuando ambos eramos inocentes, cuando mi sangre era cálida y un simple beso nos sonrojaba, cuando la enfermedad que nos mataba a los dos aún no nos importaba. Eras la luz de la que ahora escapo y no puedo creer que no halle mejores palabras para explicarte cómo me siento. Todas parecen tan huecas de sentido aunque por otro lado reflejan realmente el vacio que ahora todos ven en el espejo.

Supongo que ya no importa. Tus oidos felizmente ahora estan sordos a mis deseos y tu risa quizás anime ahora un nuevo cuerpo. Al menos tú hallaste consuelo...

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mercredi, novembre 23, 2005

Arañazos y sombras

No es la distancia la que me impide ir a buscarte sino las dudas que me asaltan cuando el silencio se adueña de tus dedos y la claridad de tu lengua de pronto se ve empañada por arañazos y sombras.
No es que no crea, no es que no seas dios.
No hace falta que mis labios recuerden que tu fuego, Caín, a mi piel no es insensible. Tus manos, incombustibles, olvidan demasiado pronto que han de ser atrevidas como tus alas negras ante el sol...
No es que mi condenada ya ante ti no importe, no hacen falta miradas mientras el infierno sea lava y nos habite...

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vendredi, novembre 11, 2005

Caín

Es inevitable que el ser humano se cuestione sobre su vida, sobre el sentido de ella. En algún momento, le invade la necesidad de hacer una pausa para reflexionar y tiende, casi por propia inercia, a acabar planteándose unas metas o unas pautas para seguir adelante. Pero suele ser algo temporal, algo que los humanos superan al cabo de un tiempo porque entienden que éste siempre les es prestado; en cambio, para nosotros no hay final posible
Las piedras oyen nuestro lamento en antiguos sepulcros. No hay respuestas para quienes somos y la melancolía se instala donde antes hubo vida, donde ahora hallarás solamente tormento.
Absorta en estas patéticas reflexiones apenas noté que alguién se acercaba. Cuando mi nombre resonó en mi cabeza, su presencia saturó el lugar y todo en mi se estremeció. La idea de volverle a ver tras tanto tiempo, tras el olvido anhelado y engañoso, me arrastraba del deseo al miedo.
La puerta de mi cripta se abrió y allí estaba Caín, el Ángel Negro, tal como lo recordaba: bello y altivo. Su mirada salvaje se posó sobre mi cuerpo acariciando una piel conocida, traspasando mi carne, arrebatándome toda sensata oposición.
Qué decir cuando el fuego camina y se acerca a robar un beso...
Qué contar si no es solo silencio...
¡Bienvenido a casa, maldito!

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lundi, novembre 07, 2005

Requiem a mi paciencia

Mientra la ciudad en la que vivo arde de rabia, por el cansancio a las palabras vanas, el dolor recorre el fuego y se me descompone la paciencia en retazos de espejos rotos. La noche quizás me consuele hoy un poco a menos que la luna negra quiera jugar un poquito más con mis desgastados nervios...
La piedra fria, la noche sin luna, el gélido aliento de mi amiga la Segadora que se aproxima para tomar un café en mi cripta. Quiero que me arropen las alas oscuras y descansar un poco de tanta herida desgarrando...
Pero,... No me hagais caso, lectores adictos de los desvarios de una vampira ya poco cuerda por el tiempo. La semana sin luna acabará pronto...

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vendredi, octobre 21, 2005

Preludio

Creíamos Deva y yo que no volverímos a saber nada del nigromante. La última vez que Deva lo vio pensó que no regresaría a mi lado. Pero la luna llena está en lo alto y empieza a decrecer. El nigromante ahora, con su nuevo ejercito de muertos, reclama mi zona de caza para sí mismo.

La guerra empieza esta noche. Yo estoy acostumbrada a este tipo de lucha, llevo al fin y al cabo desde la época clásica cazando de noche como un no muerto, luchando por mi territorio, por hallar un hogar que me dure cierto tiempo. Por eso me gustan los cementerios y las criptas, no suelen sufrir cambios serios a lo largo de los años para no molestar a los que yacen verdaderamente muertos. Pero mi Deva es una vampira inexperta y temo por ella.

Conoce los arcanos antiguos y lo que ocultan los pentagramas. Es capaz de enfrentarse como bruja al nigromante pero aún no controla bien sus nuevas habilidades. Es demasiado impulsiva y nerviosa y es tan joven...

Esta noche aprenderá que ser vampiro no solo es disfrutar de la sangre caliente de cuellos fáciles; esta noche, ante el ejercito de muertos del nigromante, descubrirá si mañana disfrutará de un nuevo amanecer en la cripta.

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lundi, octobre 17, 2005

Regreso a la cripta

He estado fuera toda una semana y regreso a mi cripta igual de herida que cuando me fui.

La luna llena trajo mis pasos de vuelta al consuelo de unas tinieblas conocidas cuando mi mente viajaba lejos a través del tiempo. El recuerdo y el propio transcurrir de las noches se nos muestra enloquecido a los vampiros.

Busqué olvidar mi pasado ocultada todo este tiempo en la frondosa oscuridad de los bosques asturianos; el pasado que regresa siempre al caer el otoño, el que no se olvida por mucho que se cumplan años y se empeña en arañar lo roto y lo que pensabas haber olvidado...

He estado fuera y he vuelto.

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mercredi, octobre 05, 2005

El ocaso de una cálida noche

De vuelta a mi cripta, encontré un rollo de papel apergaminado. Lo habían colado entre los barrotes para que quedara resguardado del viento contra la puerta de nogal. Los rayos empezaban a asomar por encima del monte así que no perdí más tiempo y entré. Me acerqué al ataud de Deva y sentí a través de la tapa que dormía tranquila. La nena debía haber regresado antes que quien dejara aquel rollo de papel. Lo desenrollé intuyendo de quién era solo con tener aquel objeto entre mis manos y, al reconocer el fragmento de aquel poema de Rilke, el hielo de nuevo se apoderó de mí y del ocaso de una cálida noche. El pedacito del poema "A una amiga", para ser exactos su final...

"Si aún estás ahí, si en esta oscuridad
hay aún un lugar en el que vibra
tu espíritu, sensible, sobre las llanas ondas del silencio,
que una voz, solitaria en la noche,
agita en la corriente de un cuarto alto:
entonces escúchame: ayúdame. Mira, nosotros nos deslizamos
no sabiendo cuándo, hacia atrás, desde nuestro progreso,
hacia alguna cosa que nunca pensamos;
en la que nos enredamos como en un sueño,
y en la que sin despertarnos nos morimos.
Nadie pasa de ahí. A todo el que su sangre
levantó para una labor que se hizo larga,
le puede suceder que no pueda mantenerla elevada,
y que ella caiga, sin valor, según su peso.
Porque en algún lugar hay una vieja enemistad
entre la vida y la gran tarea.
Para que yo lo entienda y le diga: ayúdame.

No vuelvas. Si lo soportas, sé
muerta entre los muertos. Los muertos están ocupados.
Pero ayudame de modo que esto no te disperse,
tal como a veces me ayuda lo más lejano: dentro de mí."

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lundi, octobre 03, 2005

Ahora me escribes...

Ahora me escribes y te acuerdas de mí, cuando te das cuenta al fin que el tiempo, que dejas pasar entre los dos, no cicatrizará las heridas. Te convences que soy manipuladora y que me hago la victima para llamar tu atención y hacer cuanto me plazca. Quizás sean las excusas que necesites para tener un sueño tranquilo sin culpas llamando a la puerta ni tampoco sentimientos que hagan de tu mente un lugar caluroso.

Ahora me escribes y esperas supongo que lea tus palabras, cuando me doy cuenta al fin que el tiempo, que he dejado pasar entre ambos, no debe volver. Quizás ahora te des cuenta de que las horas que pasan no lo curan todo.

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lundi, septembre 26, 2005

Nuevas malditas

Hace un tiempo tomé una decisión acerca de tu traición y pensé que acertaba a pesar de las palabras de los antiguos. Aparté cariñosamente la sabiduría de labios amigos para darte un nuevo testigo. No lamento la mano tendida, pero ya ha transcurrido una noche desde que tu lengua bífida se revelará bajo máscaras viejas y aureolas caídas. Recuerda que voces desconocidas y un antiguo buitre han criado los cuervos que rondan tu cabeza y han cegado tus ojos.
No me importa ya tu silencio.

Nuevos ritmos ahora habitan mi cripta, nuevos bailes -todos malditos- recordarán e impregnarán desde ahora la piedra fría y negra, nuevos silencios ahora sin filos, sin nombres, sin la acidez de un limón quemando tus ojos.

La niebla ha vuelto a cubrir el bosque de lápidas, una nueva noche, una nueva caza y unos colmillos que me hacen recordar quien soy en realidad.

No importa ya lo demás...

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lundi, septembre 19, 2005

El paseo de Deva (4ª y última parte)

Sentada sobre su ataud, decide al fin terminar su relato. Afuera, una corriente de aire chilla al pasar veloz entre los arboles y es como una melodía que acompaña la dulce voz de Deva.
Siguió por aquella vía hasta que empezó a descender. A su lado, por la carretera fueron pasando furgonetas repletas de humanos muertos, que le sonreían y la saludaban sacando sus cuerpos por las ventanillas. Llegó casi corriendo a la entrada de Salgoris. La enorme puerta de hierro estaba abierta. Era normal pensó Deva en aquel momento, estaba en horas de visita del brujo, que solía recibir en una noche una docena de personas. Solo me faltaba recorrer el caminito que cruzaba aquel cesped perfecto. Un caminito serpenteante, que no necesitaba serlo. Mientras caminaba todos los aspersores empezaron a funcionar. Podría haber sido agua bendita para vampiros pero no lo era. Solamente agua corriente, inocua para su piel pero no hubo modo de librarse de su incómoda humedad. Cuando llego a la puerta de la estructa en la que estaba la oficina del brujo -un letrero así lo indicaba-, dejaron de expulsar agua.
La entrevista con el brujo fue muy bien y le aseguró que para la luna próxima tendría la sangre de jeko del desierto para la luna próxima pero fue más breve de lo esperado; uno de los hornos de su crematorio estaba dando problemas y Glahario se marchó apresuradamente, temeroso seguramente de que estallara y provocara que miradas humanas indiscretas enfocaran su interés en las actividades nocturnas de su empresa. Obviamente, la tapadera que había diseñado para las autoridades y la sociedad era solvente y creíble, pero un incidente ahora, en este preciso momento en que ultimaba un cargamento de vidas no autorizadas, sería desastroso. Ante el mundo era una empresa respetable, inovadora y puntera, gracias a su producción de fibra de cristal. Así que puso todas sus artes oscuras a trabajar y ordenó a sus perros limpiar la zona de posibles testigos. Para entonces, Deva había salido al caminito.
Estaba a medio camino de la puerta de hierro cuando vio las sombras moverse. Su vista le permitió distinguir pustulas, llagas sin curar y un caminar dificultoso que todas compartían. Era una vampira inexperta y las sombras eran muchas. Se acercaban a ella medio tambaleándose pero a una cierta velocidad. No podían ser rival para ella, no para su velocidad, no para su fuerza pero la idea de luchar con cuerpos mediodescompuestos no le hacía gracia; se dio la vuelta y trató de encontrar otra salida. Pasó al lado del edificio de ladrillos oculta en las tinieblas y vio como el brujo con cánticos reforzaba el metal y trabajadores humanos miraban como una aguja se movía en un pequeño medidor. Las sombras se acercaban pero lo hacían a ciegas. Desde donde estaba pudo ver, a través de la valla de hierro y alambre de espino, el estrecho puente por el que pasaba las vias abandonadas de un tren. Era el otro camino. Miró la valla en busca de una salida pero no la veía. Se estaba poniendo nerviosa. Podía ser inexperta pero era una vampiro al fin y al cabo, no podía asustarse porque una masa de supurantes y harapientas formas de vida se acercaran a ella. Allí había una puerta y tenía que encontrarla. Se quedó allí quieta, unos segundos, absorta y entonces la vio. La puerta se confundía con la valla y a simple vista nadie la vería. La puerta estaba cerrada pero con su fuerza arrancó el cierre, que una hábil ilusión óptica negaba a otros ojos.
Dejó atrás Salgoris confiando que los zarapastrosos seres siguieran tan desorientados como hasta ahora. No entendía como el brujo podía rodearse de esas formas de vida tan poco eficientes habiendo tantas otras letales. Estaba ensimismada en sus pensamientos, cuando, de pronto, sintió como algo frío se hundía en uno de sus muslos, lo traspasaba y se retiraba. Todo ocurrió tan rápido que no vio nada. Estaba sangrando abundantemente por la pierna mirando al rededor suyo pero solo reconocio los pequeños montículos negros. No sabía si le dolía o no. Estaba asustada y no sabía quién la había herido. Una sombra creció a su lado y de la oscuridad unos ojos de fuego le clavó la mirada. Aquella cosa la desafiaba, le enseñaba la hoja que la había herido y con su mente le decía que se fuera, que no regresara allí, jamás.
Deva regresó al apeadero del tren sin más incidencias, no volvio a ver ninguna otra furgoneta de hombres muertos, ni hombres ni mujeres solitarios. Esperaba al otro lado del andén el último tren con la pierna sangrando y la cabeza ocupada en justificar su existencia. Solo quería volver a casa, a su cripta, a mi lado y dar por finalizado aquella mala noche. Entonces llegó el tren y se detuvo en el anden de enfrente; iba en sentido opuesto al que debía ir el que debía coger así que no se preocupó hasta que un hombre sacó la cabeza por una ventanilla preguntandole para dónde iba. Era el hombre que le había tickeado el ticket en el tren de ida. Ella le contestó y aquel hombre le dijo que cruzara, que iba a perder el tren. Dudó. Aquel hombre no paraba de señalar el tren y Deva empezó a correr con la pierna sangrando. Bajó una rampa, cruzó las vias... pero su cabeza testaruda insistía en recordarle que aquel tren iba en sentido opuesto al que debía coger, no podía ser el suyo, pero el controlador insistía e insistió hasta que el tren se marchó sin ella. Recordaba haber bajado por ese andén y sin embargo el controlador había querido indicarle mal. Regresó a su andén a esperar el tren que la traería de vuelta. Estaba cansada, harta de este maldito lugar pero el tiempo de espera se hacía eterno. Dedicó el tiempo a mirar unos extraños seres blancos. No tenían más de unos seis u ocho milimetros, blancos, casi transparentes con un exoesqueleto que parecía prehistórico. Todo el apeadero de piedra pintada de rojo estaba cubierto de esas criaturas; pero las que daban de cara a ella estaban como quemadas e hinchadas por el sol, las otras, las de los lados, estaban perfectas, como dormidas. Cuando miró hacia el techo vio que los había a cientos pero allí también había arañas y los seres blancos no estaban empaquetados y chupados como deberían. Ambas especies convivían. Tuvo a bien tener cuidado de no restregarse contra aquellos muros hasta que oyó el sonido inconfundible de un tren. A medida que se acercaba se percató que se pararía en el otro andén; iba en la dirección correcta pero se estaba parando en frente, como el anterior. Entonces comprendió lo que le había intentado explicar el controlador, no había estado señalando el tren sino el andén. Se pusó a correr como una loca, bajó de nuevo la rampa, cruzó las vías por delante del tren mientras un extrañado maquinista la miraba como si hubiera dejado atrás la cordura y subió la ultima rampa. Llegó a tiempo y entró. Se sentó nerviosa pero aliviada de estar en un transporte que la alejaría de allí y tardó en percatarse de que todos sus ocupantes miraban su pierna herida. La tela del pantalón se había teñido de rojo y un rastro del mismo color recorría el pasillo. La miraban como si fuera de otro planeta pero no le importaba.
El tren se puso en marcha y no tardó en reconocer los edificios de la urbanidad, la bendita civilización. En aquel momento supo que su odisea había llegado a su fin; supo, que al menos el final de la noche acabaría bien y que antes del alba estaría en casa.

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vendredi, septembre 16, 2005

El paseo de Deva (3ªparte)

Llevo dos días esperando a que Deva se me acerque para que me cuente el final de la historia, pero ella siempre encuentra una excusa o cualquier otro quehacer. Algo había ocurrido en ese paseo y sé que La Dama Negra ha de volver a Salgoris para nuevos ingredientes la luna próxima. Antes de permitir que vuelva allá, debo saber todos los detalles de lo que ha sucedido. No quiero usar el poder que tengo sobre ella para que se confíe, hasta ahora nunca ha sido necesario. Me adora y me busca para narrarme sus aventuras y me comenta las dudas que le surgen mientras gatea por este mundo teniendo que ser otra. Sé que una palabra mía sería suficiente para hacer de ella cuanto quisiera -su voluntad es mía-, pero no quiero que ella me tenga miedo o el respeto de un esclavo a su señor así que la busco y trato de sonsacarle lo ocurrido de otra forma.

Nuevamente, da la sensación de estar muy ocupada pero sé que finge por vergüenza a algo no por miedo, al menos eso espero. Mis movimientos han sido tan rápidos que, cuando me ve frente a ella, se sobresalta como una mortal. Acaricio su mejilla para que me mire con esos hermosos ojos negros y sin usar mis labios le digo que me lo cuente todo. Algo se revuelve en ella, pero al fin me sonríe y se sienta en la piedra de altar que tenemos frente a la cripta.

El camino que le había dicho el hombre de la cierra no parecía conducir a ninguna parte sino que daba la impresión de alejarse de los dominios del brujo. Temía no poder encontrar un paso siguiendo por el descampado convencida de que no hallaría el camino por donde habían entrado los dos humanos muertos. Por esta razón, caminaba por el arcén de la carretera que ascendía por un viaducto y giraba hacia la izquierda. Caminó..., reflexiono para mis adentros que aún no ha asimilado que es una vampira, que ya no tiene por qué pisar tierra más; aún no se da cuenta de ello: se queja que ha tardado mucho en llegar a la entrada de Salgoris, que cuanto más andaba mayor era la distancia que la separaba del brujo, que estaba dando un rodeo enorme mientras avanzaba paralelamente al caminito que podía ver desde la altura del viaducto. Quejas y más quejas cuando la solución para entrar allí habría sido tan simple. No importaba la altura de lo que cercara aquellos dominios, un vampiro podía saltarlo, trepar por su pared o elevarse grácilmente y salvar ese obstáculo incordioso. Pero debo tener paciencia.

Salgoris constaba de varios edificios extraños y construcciones extravagantes de fibra de vidrio de colores varios, moradas pequeñas cuyas paredes eran transparentes, esculturas que combinaban la piedra y el vidrio, enormes edificios de ladrillos y cristal y un campo verde, un cesped perfectamente cortado al mínimo, tan cuidado que daba la sensación de haber sido cortado con minuciosidad a una altura enfermiza. Destacaba un edificio en particular, alto como la muralla de un castillo medieval. Tenía un tejado triangular y era de hormigón blanco. Unas enormes ventanas en arco, con cristales tintados en rojo, le daba como un aire a iglesia aunque, lo que realmente le llamó la atención, fueron las pequeñas aberturas que había en la base de la construcción. Su visión de vampiro le permitió ver que cada una conducía a un breve y angosto pasillo que daba a una puerta de madera por la que solamente un enano delgado podría pasar.
Un ruido tras la capilla del campo santo nos llama la atención. Humanos. El olor de la sangre nubla todo lo demás. Sin decirnos nada cada una se va por su lado, ahora ya no compartimos la caza y es hora de saciar nuestra sed.

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