Tecnomaníaco
Libellés : minirelatos
Nesta nueche na que la lluna bailla, blanca, bella ye fermosa, fermosa ye testigu de lo que'l Ñublu aguarda énte la to puerta... Qu'esta seya nuesa ventana...
Banner cortesía de Corazón de las Tinieblas
Libellés : minirelatos
Está desnudo ante la ventana abierta de su cuarto. Su mirada se pierde entre los gélidos montes de su tierra mientras el helado viento del norte le da de nuevo la bienvenida. Ahora se da cuenta que este es su hogar: un castillo de hielo, paredes de aliento contenido y lágrimas de piedra encerrando un corazón que todavía late fuerte.
Sin embargo, no ha regresado intacto. Siente que en el viaje ha perdido parte de sí mismo y a su vez ha traido parte de la calidez de otros. Confuso y perplejo cierra la ventana, el viento parece hacerle algun reproche y transporta ahora diminutas cuchillas para rasgarle la piel. Por un instante, piensa en el dolor como un alivio; al fin y al cabo, le recuerda que está vivo aunque, como siempre, no baste para hacerle olvidar...
Una telaraña se está formando entre la pared y la cabecera de su cama. Sonríe mientras se acerca a destruirla. Ella tenía muchas en su cripta... Todas las arañas parecían ser parte de ella como el hielo lo es de él. Qué habría podido ver en él para no buscar en su garganta otra fuente de la que alimentarse... "En el fondo ambos nos parecemos mucho" -le susurró en su lecho satinado-: "los dos parecemos fríos, casi insensibles, pero por dentro ardemos con una pasión arrolladora. Pocos mortales pueden comprender esto." Y es cierto. Pocas mujeres que había amado lo habían entendido, pocas se quedaron para averiguarlo...
Se echa en la cama, cierra los ojos y desea que, cuando vaya de nuevo a abrirlos, el dolor no sea más que otra cicatriz.
Libellés : minirelatos, personajes
Libellés : poesía
Libellés : minirelatos, personajes
Esta noche he sido testigo de algo muy extraño. Cerca del cementerio hay una elevación, un pequeño monte sobre el que los antiguos elevaron una enormes lastras que dispusieron a modo de altar. Normalmente no suele ir nadie por alli por las leyendas urbanas que circulan pero en esta semana unos hombres ocultos bajo amplias capuchas se acercaron varias veces a hacer cálculos y mediciones. Yo no necesitaba ver sus rostros, podía oír sus mentes, débiles como todas, hablar con claridad de hechizos y puertas.
Un escalofrio recorrió mi cuerpo cuando apenas fue susurrado un nombre por los recovecos de una voluntad mermada y torturada. Fue como si un relámpago hubiera cruzado un segundo la insensatez de quien ahora se dirigía, junto a otros dos hombres, al altar con un pequeño libro en pésimas condiciones quemando entre sus manos.
Benditos sean los ojos que no pueden ver, benditos sean los incrédulos y escépticos, los que no son capaces de ver más allá de este plano de la realidad porque lo que aquellos hombres trajeron atentaba contra la cordura. Aquella masa enorme hedía de un modo insoportable a mi sensible olfato y, aunque no pudiera ser visto por los mortales, las marcas y el rastro que dejaba a su paso eran bien visibles. Aquello paso al lado mio sin prestarme atención. Me encogi de hombros y como estaba cansada pensé en solucionar el asunto más tarde. Quizás mi condición de no muerto no era de su agrado, me dije, esbozando una sonrisa de medio lado mientras valoraba cuál sería el mejor modo de hacerle comprender que me debía tener un poco más de respeto.
Libellés : minirelatos, personajes
Libellés : minirelatos
Libellés : minirelatos
Mis colmillos se hundieron en su blanco y largo cuello con facilidad, como siempre. La cálidez de su sangre me embriagó desde el primer sorbo y, mientras uno de mis brazos agarraba su cintura con firmeza, mi otra mano estaba ocupada a ladear su rostro. Cada noche repetía los mismos movimientos y cazaba con la misma eficiencia en la captura que los de mi casta y cuando llegaba al fin el momento de saciar mi sed, siempre me sumía en un trance, emborrachada de ese deleite que nos alimenta y nos enloquece a la vez. Estaba tan abstraida disfrutando cada gota que tardé en darme cuenta que ella me estaba besando la mano con la que torcía su cabeza.
Sorprendida me incorporé para detenerme en su rostro. Era una joven de unos veinticuatro o veinticinco años con el cabello castaño y la mirada negra clavada en mis ojos inmortales. Mi desconcierto fue en aumento cuando me di cuenta de que ella seguía buscando mis manos. No se alejaba de mi frialdad ni se asustaba de la blancura de mi piel, al contrario, buscaba ser tocada y atendida. Era suave y cálida.
Había dejado de agarrarla, había dejado de beber de ella para buscar en su mente lo que su voz no me decía. Se llamaba Deva y esas cuatro letras bailaron en mi cabeza un buen rato mientras ella me susurraba su soledad acercando sus labios a mi oído, mientras me cautivaba con su aliento y su aroma a lirios. Deva buscaba huir del hospital y las pruebas, buscaba una nueva vida lejos de La Muerte y la culpabilidad; en realidad me buscaba a mí para que la salvara de la oscuridad...
Debería haber partido su cuello para que no sufriera más o dejarla allí para que la naturaleza siguiera su curso; pero, antes de que me dijera nada, ella me había hechizado, quizás incluso antes de que me precipitará sobre su cuerpo con el fin de alimentarme con su vida. Pero me la llevé... No sé si fue su mirada o su perfume o la malicia de su carne, solo sé que desde aquella noche ella se ha convertido en mi amiga. Es mi Deva, la que los oriundos empezaron a llamar La Dama Negra.